miércoles, 13 de julio de 2016

Tiempo de tiniemblas

En su relato-poemario, Ventana sobre el miedo, Eduardo Galeano (2008) escribe sobrecogedoramente sobre el tiempo del miedo. Para él, vivimos con miedos contradictorios: al hambre y a la comida; a las armas y a su ausencia, al trabajo y al desempleo; incluso dice que sentimos, miedo de morir y miedo de vivir.

Después del terremoto y sus réplicas, las gentes montubias y cholas que pueblan el norte de Manabí (Ecuador), viven las noches y los amaneceres reflejando miedo. De existir una máquina detectora de sueños encerrados en nuestras almohadas, encontraría las escenas, una y otra vez repetidas, del pánico vivido y el momento –ese momento- en que el corazón huyó de nosotros.

En este tiempo sin certezas, todos los encuentros son relatos. Nadie deja de decir y de preguntar dónde se encontraba en la hora cero. Sin lugar a dudas, es tiempo pasado narrado como presente; narración donde prevalece tanto el miedo a lo que fue, como a lo que puede ser. Lo que viene, es incertidumbre socio-económica y productiva (más de 22.000 empleos perdidos y un 0,7% de disminución del PIB), unido al sinnúmero de carreteras, edificios públicos y viviendas destruidas o inhabitables. También centros educativos, que aunque solventados con unidades móviles o prefabricadas, no permiten unas buenas prácticas de laboratorio ni unos equipos informáticos estables. Eso, suponiendo que la psique deje espacio para el aprendizaje cognitivo; algo difícil de conseguir en medio de tanta tristeza.

Por eso sugiero en cada reunión y foro, también en esta crónica, que lo que más necesita ahora este pueblo, es a personas barredoras de tristezas. Personas que den esperanza y luz, porque profesionales: arquitectos/as, ingenieros/as, informáticos/as, logistas y gestores,… ya hay en un país que en 11 años, según datos del Sistema Integrado de Gestión Financiera (2015), ha pasado del 3,9% al 9,9% del PIB en inversión en educación y salud (desarrollo social). Profesionales para los que el sismo puede ser una oportunidad de empleo -ya que trabajo nunca ha faltado, en especial para las mujeres-, en una economía que necesitará de muchos esfuerzos personales y colectivos para avanzar.

En realidad, escribe en una crónica periodística Ignacio Ramonet (03/06/2016), que los historiadores de las mentalidades se preguntarán algún día por los miedos de esta década (2010-2020), y en ellos sin duda estarán los económico-sociales, sanitarios e incluso, el miedo al terrorismo yihadista, pero destacarán por su imprevisibilidad, los miedos ecológicos (desajustes climáticos, transformaciones profundas del ambiente, mega-incendios incontrolados, contaminaciones). Son estos últimos, sigue diciendo, los que conciernen de la misma manera tanto al ámbito colectivo como al ámbito privado.

En estos dos meses, la relación armónica con la naturaleza que consagra el sumak kawsay (buen vivir), se ha roto. Algunos advierten incluso, sobre un tiempo de tinieblas, olvidando que la conceptualización cultural occidental sobre las tinieblas, refleja la nada y la muerte; pero que para la espiritualidad montubia, la muerte es tránsito, los muertos siguen acompañando a los vivos y la nada, carece de lógica porque a donde te dirijas, siempre hay naturaleza viva.

Así que para vivir sin miedo y salir de las tinieblas lo urgente es recuperar los saberes ancestrales y apelar a la práctica colectiva de la reciprocidad como seña de identidad cultural montubia.

M. Isabel Matilla
Economista y antropóloga. Misionera en Ecuador
Calceta (Manabí), 06/06/2016