miércoles, 24 de junio de 2020

En Kenia he sido consciente de lo mucho que puede cambiar tu vida dependiendo del sitio donde nazca

 Jaione López, joven de Elorrio, Bizkaia  se encuentra en Kaikor, Kenia. Apoyada por Misiones  Diocesanas y su comunidad parroquial de Elorrio,  está realizando su Trabajo Fin de Grado (TFG) , con las religiosas Marianitas en este país. 

Desafortunadamente El COVID-19 llegó a Kenia a los pocos días de llegar Jaione,"Este caso provocó que el presidente de Kenia cerrase todos los colegios y que todos los niños y niñas que estaban en ellos tuvieran que volver a sus casas: ya que en Kenia la mayoría del alumnado es interino».

Este es su testimonio: «El principal objetivo de mi tarea en Kaikor era ayudar lo máximo posible en las guarderías que las hermanas Marianitas sustentan con la ayuda de misiones diocesanas de Euskadi, pero teniendo en cuenta lo que el presidente había dicho, eso fue imposible. Tras pasar dos días en el colegio, tuvimos que cerrarlo, tanto el colegio, como el recinto en el que vivo junto con las hermanas. Aun así, antes de llegar a Kaikor, pude pasar unos días en Lodwar (la ciudad más cercana, a 7 horas en coche) y pude comprar muchos de los materiales necesarios para las guarderías (cuadernos, lápices, gomas, cartulinas, candados…) y telas para las confecciones que llevan a cabo las mujeres;
El primer mes de confinamiento, no salimos ni dejamos entrar a nadie en nuestro recinto. Ahí comenzó el problema para mucha gente, ya que la mayoría de las personas de Kaikor vienen a por agua y ayuda a la misión. Al cerrar los colegios, todos los hijos e hijas volvieron a sus casas. Eso significa que cada familia tenía que alimentar a mínimo 7 personas más de las que estaban acostumbradas. Gracias a que los colegios son interinos, las familias pagan las tasas anuales y el alumnado vive en el colegio hasta que llegan las vacaciones, lo cual hace que las familias no se tengan que preocupar de la alimentación. Ahora esas familias ya habían pagado las tasas del curso y se veían sin dinero y con la necesidad de alimentar a toda la familia. Gracias al dinero que trajimos, hemos podido dar trabajo como costureras a varias mujeres. Eso ha hecho que aprendiese a usar la máquina de coser para poder enseñarles a ellas. Esto implica que usando las telas (cada vez que vamos a Lodwar compramos), 3 mujeres pueden trabajar haciendo bolsos, carteras, diademas, etc. Gracias a este trabajo, todas las semanas estas mujeres ganan algo de dinero y pueden ir manteniendo a toda la familia.



Junto a las hermanas Marianitas, también hay unos padres misioneros filipinos aquí en Kaikor. Hace unos años, estos padres empezaron a recibir ayudas para financiar dos colegios en unos poblados alejados de Kaikor. Ahora debido a la pandemia, los donantes no han podido ayudar más y durante un mes esos colegios no tuvieron comida para los niños y niñas, con lo que dejaron de asistir. Al ver que no podrían ayudar, los padres cedieron los colegios a las hermanas, y gracias al dinero de los proyectos hemos podido alimentar a todos los niños y niñas de los dos colegios (500 euros al mes), hasta ahora.
Por otro lado, hay muchos niños y niñas apadrinados por personas que han venido o personas que conocen la labor de las hermanas Marianitas aquí en Kaikor. Estos apadrinamientos constan en pagar la educación de estos niños y niñas, con lo que las hermanas les buscan un buen colegio en Lodwar. Ahora que no pueden ir a los colegios, la mayoría de los niños y niñas se han tenido que quedar en el centro de desnutridos que tenemos junto a la casa, ya que son huérfanos y no tienen dónde ir. Juntos con ellos, también están viniendo durante el día algunos niños y niñas de varias familias, ya que estas no pueden mantenerlos y estaban empezando a sufrir un nivel de desnutrición leve. Gracias a misiones diocesanas estamos pudiendo alimentarles y a la vez seguimos dando clases, para que así no pierdan la rutina y puedan seguir desarrollándose adecuadamente. Junto al guardia de la casa, hemos estado pintando las clases del colegio que tienen aquí las hermanas y también creando diferentes materiales para que estos niños y niñas puedan aprender más fácilmente.


Debido a la pandemia, el precio de los alimentos aquí está aumentando, con lo que cada vez se nos hace más difícil conseguirlos. Nuestro objetivo es que los niños y niñas que acuden al centro de desnutridos tengan buena alimentación, junto con frutas y verduras. Por ello, todas juntas estamos comenzando un huerto escolar. Kaikor es un lugar muy árido y esto no ayuda a las huertas, ganado y habitantes. Gracias a la ayuda de misiones diocesanas, nos acaban de llegar dos grandes tanques que podrán abastecer tanto las huertas del recinto como las que están en el recinto del centro de desnutrición (esperemos).
Hoy en día nosotras seguimos intentando tener cuidado con las distancias, pero quitando los colegios, seguimos haciendo la misma labor que hacíamos antes de la pandemia. Asistimos junto con la ambulancia móvil todas las zonas alejadas de Kaikor, tratando a las embarazadas, desnutridos y enfermos. Intentamos llevar la comida a los ancianos de Kaikor una vez a la semana. Abrimos nuestras puertas para que así algunas personas puedan coger agua, etc. Sabemos que esto no es lo más adecuado, teniendo en cuenta la situación que hay en Kenia con el COVID-19, pero las personas de aquí no pueden parar. La mayoría viven en el día a día, con lo cual, no podemos dejar de ofrecer algunas tareas (guardias, lavanderas, costureras, cuidadores, profesores, conductores, enfermeras, etc.) porque con ello pueden comer muchas familias de Kaikor.


Por ello, queríamos agradeceros a todas las personas que nos ayudáis a llevar estas labores adelante. Porque sin vuestra ayuda económica, las hermanas no podrían llegar ni ayudar a tantas personas. En especial, me gustaría daros las gracias personalmente por ayudarme a venir aquí, porque gracias a ello estoy pudiendo conocer y trabajar junto a personas maravillosas. Estoy teniendo la oportunidad de ver la realidad en la que muchas personas viven y que nos ocultan. Porque hasta que no he estado aquí no he sido consciente de lo mucho que puede cambiar tu vida dependiendo del sitio donde nazcas, y lo diferente que te tratan según tu color de piel. Con esto no me refiero en Europa solo. Aquí en Kenia también te tratan diferente según tu color de piel. En cierta parte, sientes lo que las personas africanas que están en Europa 
han sentido cuando han ido allí. Vas caminando por la calle y ves como todo el mundo te mira, te señala, habla de tí, etc. Lo que cambia es que históricamente en Europa todas estas acciones se han hecho con desprecio, pero aquí lo hacen con admiración. Por eso nunca llegaré a sentir lo mismo que personas de aquí han sentido cuando han ido a nuestro país, porque sigo teniendo un sitio privilegiado».