INFANCIA MISIONERA
Campaña dedicada a la sensibilización
de la infancia.
-Que las
niñas y niños abran su mirada hacia otras culturas, hacia otros pueblos.
-Que seamos
conscientes de que todas las personas del mundo formamos una familia y somos parte
de la creación.
-Colaborar
con los padres, madres, catequistas y docentes en el despertar de la conciencia
misionera universal en los niños y niñas.
1.
Los prolegómenos 1822 Comenzó la obra
de la propagación de la fe
Desde su nacimiento, la Infancia misionera se configuró como un itinerario de fe que,
llevando la misión al corazón de los pequeños, les hacía descubrir la alegría
de servir a los hermanos. Este compromiso misionero de los niños no era a
sentido único: las oraciones, los sacrificios, la simpatía de los niños
europeos son correspondidos con las oraciones, los sacrificios, la simpatía y,
a veces el testimonio del martirio, de los niños chinos.
1.
El lema
“Los niños ayudan a los niños” realizó una revolución copernicana
en campo apostólico. Por primera vez los pequeños actuaban en la Iglesia como protagonistas
de pastoral, y se demostraron protagonistas humildes, sencillos, pero también
creativos y valientes.
2.
Sus inicios
Los niños, hasta ese momento, eran considerados beneficiarios de la
misión y destinatarios del anuncio, y, de pronto y manera imprevista, se
convirtieron en protagonistas convencidos y determinados. Se constata una gran
acogida por parte de los niños que desean tomar parte activa en la misión.
Desde los primeros meses de la fundación, la Comunidad cristiana tomó
conciencia de la fuerza misionera de los niños, en los cuales se manifestaba
una presencia particular del Espíritu.
El protagonismo misionero de los niños fue, efectivamente, un punto sin
vuelta atrás de la historia de la Iglesia. Por la Historia de la Salvación sabemos que a
los pequeños nunca les ha sido confiado un papel de responsabilidad pastoral.
Con Cristo, el niño se ha convertido en el punto de partida y de llegada del
nuevo Reino. Muy a menudo, el Reino que Jesús describe en las parábolas
evangélicas se compara a algo muy pequeño que llegará a ser muy grande: la
semilla de mostaza, el grano de trigo, una pizca de levadura.