martes, 29 de septiembre de 2015

Carta DOMUND 2015 del obispo D. Mario Iceta

MISIONEROS DE LA MISERICORDIA

Queridos hermanos y hermanas.

1. Un año más nos presentamos ante la campaña del Domingo Mundial de las Misiones, DOMUND, para recordar la dimensión universal de la fe y el encargo que nos dio el Señor Jesús de llevar su nombre y su Evangelio hasta el confín de la tierra. Es una tarea hermosa y apasionante, cuya fuerza no radica en nosotros mismos sino en Aquél que nos sostiene y que nos envía. No hay nada más hermoso que ser los pies, los brazos, las palabras del Señor Jesús que ha sido enviado “a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor” (Lc 4, 18b-19).

2. Este año de gracia significa la puerta siempre abierta del corazón de Dios, que se ha manifestado en Cristo. En Él encontramos la misericordia del Padre, porque “el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de Verdad” (Jn 1, 14). Jesús es la misericordia hecha carne, accesible a nosotros, inclinada sobre nosotros. Y nosotros estamos invitados a ser abrazados continuamente por esta misericordia y a proclamarla, testimoniarla y llevarla a nuestros hermanos de todo tiempo, en cualquier latitud, hasta los confines del mundo.
3. Esta tarea hermosa de la evangelización, de portar el evangelio de la misericordia de Dios, es la que realizan tantos hermanos y hermanas nuestros que han respondido a la llamada misionera: “Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que proclama la paz, que anuncia la buena noticia, que pregona la justicia” (Is 52, 7). Estos son los pies de nuestros misioneros y misioneras, mensajeros, pregoneros y portadores del anuncio del amor de Dios. Hoy agradecemos sus vidas, su entrega. Hacemos memoria de los miles de misioneros que a lo largo de los tiempos han dejado nuestras tierras para hacer de aquellas tierras lejanas su propia tierra, de aquellas gentes de otras latitudes su propia familia, para estar en medio de ellos “como el que sirve” (cfr. Lc 22, 27). Y enviamos nuestro abrazo fraterno a quienes hoy continúan realizando esta hermosa tarea.

4. Son precisamente a los “hermanos pequeños de Jesús” a quienes estamos llamados a servir: “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 40). En los pequeños, el mismo Jesús es servido. En ellos se refleja particularmente su rostro. Y hoy vemos a estos hermanos pequeños de Jesús en los rostros de los emigrantes y refugiados que huyen de guerras y pobrezas, en países y pueblos que son asolados por sequías y hambrunas, en tierras arrasadas por odios y guerras, en personas que sufren enfermedad y soledad, en lugares donde se vive sin esperanza, sin futuro, sin amor, sin Dios. Allí nos espera el Señor y en estos hermanos pequeños quiere ser encontrado, amado y servido. Y allí son enviados los misioneros para ser “personas cántaro” que den de beber a los demás (Papa Francisco, EG, 86)

5. El Santo Padre Francisco ha proclamado el año santo de la misericordia, y queremos subrayar esta dimensión en la vocación y tarea misionera. Queremos ser misioneros de la misericordia. No existe dimensión humana que no haya sido asumida por la carne de Cristo. En los lugares de sufrimiento se anuncia la esperanza y la vida. El ungüento de la misericordia de Dios se derrama sobre los dolores físicos, psíquicos, espirituales, familiares y sociales de toda persona humana, de toda la humanidad. Su misericordia no deja ningún resquicio de la existencia humana sin tocar, sanar, purificar y llenar de vida. Esta misericordia es portada a manos llenas por nuestros hermanos y hermanas misioneros. Ellos son “cristóforos”, portadores de Cristo, portadores de luz, amor y esperanza.

6. En este día del DOMUND también nosotros debemos reavivar nuestra vocación misionera. Ayudemos a la misión de múltiples modos, cada uno en la medida de sus posibilidades: el ofrecimiento de las dificultades diarias, el ofrecimiento de nuestra oración, el compartir nuestros bienes, nuestra aportación económica, el fomento de las vocaciones misioneras, la participación en la Eucaristía a favor de quienes han respondido a la llamada misionera… Cada uno verá el modo que el Espíritu le suscita y el compromiso generoso y constante con esta tarea esencial a la vocación cristiana y a la misma razón de ser de la Iglesia.

7. Concluyamos dando gracias a Dios. El salmo 135 también denominado “Gran Halel” es un himno de alabanza y acción de gracias, porque la misericordia de Dios es eterna. Nos unimos a esta acción de gracias por la fuente de gracia infinita e inagotable de Dios manifestada en Cristo y que se realiza cada día en nuestra existencia cotidiana. Que Dios nos de los ojos de fe para percibir que es verdad, que en nosotros podemos descubrir que es eterna su misericordia. Encomendamos a nuestros misioneros a la protección materna de María, modelo y Madre de la misión. Con un abrazo fraterno.

+ Mario Iceta Gabicagogeascoa
Obispo de Bilbao