viernes, 20 de octubre de 2017

Apertura, acogida y rostros

Irati Amezaga  y María Manrique viajaron a Perú el pasado mes de agosto, pero no fueron de vacaciones. Tras participar en el curso de formación Norte Sur que organiza el Instituto Diocesano de Teología y Pastoral, Caritas-cooperación y Misiones, han vivido una pequeña  experiencia misionera en  un barrio de la periferia de Lima-Perú," el 7 de octubre", acompañadas por la comunidad de  mercedarias misioneras de Berriz que trabajan en este lugar.

Durante esta semana, en el marco de la campaña del Domund,  Irati ha compartido su experiencia en algunos centros educativos de Bizkaia y ha escrito un artículo para nuestra revista "Los Ríos" en el que podemos conocer una parte de lo que ella y María han vivido en Perú:


Apertura, acogida y rostros

"Ir a otro continente, a otro país, a otra ciudad implica sentirse extraña en un lugar que no es tu propio hogar, pero no fue lo que nos pasó a María y a mí. Nos sentimos en casa desde el primer momento ya que la acogida que sentimos por las personas de allá fue una emoción nunca vivida. Cada palabra, gesto, sonrisa y risa, y sobre todo cada una de las personas encontradas en nuestro camino nos hicieron sentir especiales.

Nuestra misión no hubiera sido igual sin nuestros tres pilares que marcaron nuestra experiencia día tras día: Ody, Magot y Goyita. Tres hermanas mercedarias, cada una de un lugar y edades diferentes, pero también tres mujeres con una alegría inmensa de vivir que dedican su vida a los y las demás. El espíritu misionero que transmiten es una sensación que no se puede explicar con palabras ya que se centran en dar luz a las personas que más lo necesitan, a través de la apertura, la escucha y la confianza.

La mujer se sitúa en un segundo plano en esta sociedad limeña y es una sensación que hemos apreciado en la mayoría de familias y personas. Las hermanas apuestan por liberarlas intentando empoderarlas a través de talleres o formaciones que las hacen sentirse fuertes y capaces en este mundo tan discriminado. Esta situación nos ha hecho ver todo el trabajo que queda por hacer en esta cultura y todo lo que hay que luchar por un mundo más igualitario.

El cerro del 7 de octubre ha sido el lugar donde hemos ido creciendo durante 30 días, comenzando por la incertidumbre y terminando por la confianza absoluta. Las comunidades eclesiales de base nos han ayudado a conocer esta realidad. Las personas que participan en las CEBs nos han dado muchos frutos al ver que en Latinoamérica hay mucha gente que apuesta por una Iglesia social que se centra en los que menos tienen. A través de su propia fe muchos han apostado por levantarse o incluso no caerse e intentan ser felices teniendo a Dios Padre como referente. Su fe ha sido ejemplo para nosotras para fortalecer la nuestra y poner el rostro de Jesús en muchas de las personas conocidas.
El proyecto que más ha definido nuestra experiencia ha sido la cuna San José, aquí llamada guardería. Desde el primer momento las profesoras o misses como dicen allá nos abrieron las puertas de su salón y sobre todo de su corazón. Hemos conocido a cada una de ellas y se han convertido en grandes apoyos y amigas. Han dejado mucha huella en nosotras, pero como ellas nos recuerdan, nosotras también en cada una de ellas. La pasión que transmiten por mejorar y educar es algo que vimos desde el primer instante ya que se desprenden para centrarse en lo importante: los niños y niñas que viven situaciones menos o más complicadas en el cerro.

Hemos intentado sintetizar nuestra experiencia misionera en unas pocas palabras, pero es imposible. Es curioso que al hablar con otras personas importantes para nosotras no nos salen las palabras, nos quedamos cortas y al igual que nos alegramos nos entristecemos. Cuesta irse de un lugar que solamente has estado de paso, pero sabemos también que cuesta quedarse en el 7 de octubre sin dos chicas jóvenes que han alegrado las vidas de grandes personas.

Y ahora qué? Creo que esta respuesta no la conocemos ni nosotras. Sabemos que Perú y sus personas nos han transformado, pero ahora toca aterrizar, ubicarnos e intentar cambiar también realidades no tan fáciles que podemos ver en nuestro entorno más cercano.  Hemos aprendido a llevar nuestro ser evangelizador a cualquier parte del mundo y eso intentaremos hacer día tras día a través de nuestra alegría, ganas y como no, teniendo presente el rostro de cada una de las personas que nos han llenado, porque no sólo las recordamos, sino que nos han hecho aprender, madurar y ser personas más humanas, siendo Jesús quien nos guía en este gran camino que es la vida."




María e Irati
En una reunión de la com